Punto de vista | en contra | ¿merece la pena la inversión en la misión de las Indias?
Obviemos que el cascarón sufrió un intento de motín como una guarnición mal pagada. Dejemos a un lado que las velas triangulares no se desplegaron. No hagamos sangre con que la Santa María carecía de provisiones, vaya, y entonces no tiene comida para los tripulantes. Corramos un tupido velo sobre el fracaso en alcanzar las Indias anunciada ya por los marinos. Pero no pasemos por alto lo que cayó el viernes, con lo que está cayendo. Esto es: 2.000.000 de maravedíes gastados exactamente para qué.
Una cosa es investigar el océano y otra es disparar con salva de rey mirando al Oeste, donde no hay ley de navegación ni de contabilidad. No es que lo diga uno (que pensaba que las Indias eran unas señoritas de La Mancha), sino que lo dijo Isaías Nassus, experto de la corte de Juan II, quien un buen día dimitió harto de los dispendios de la casta de los almirantes: “se desprecia la supervisión de los veedores. Y no. No creo que alguna vez ocurra eso de traer especias de las Indias.”
Mucho hablar del nuevo mundo, pero aquí el único continente donde vemos que hay agua brava es en Isabelyfernandistán. Porque el cascarón languideciente de laNiña es una muestra más del largo corolario de expediciones donde una inversión de proporciones gigantes no obtuvo el rendimiento esperado. La alianza papal costó 125.000 maravedíes, perdiéndose. La expedición del Gran Capitán salió por más de 2.000.000. Las incursiones a Flandes y Nápoles rondaron los 800.000… y así hasta el plus ultra.
No sé si la misión Colón nos ayudará a conocer de dónde venimos, pero sí que hay una cosa a la vista: sí sabemos hacia dónde vamos.
(…)
“Si me dan a escoger entre Dios y las patatas, me quedo con las patatas,” dijo Lignus Alenus reverenciando a la agricultura del nuevo mundo. Y es cierto que el mundo no sería lo que es si no fuera por ella.
Que todo esto es asunto muy serio lo deja claro la historia de Alexo Leónidas, el primer marinero en dar un paseo por el nuevo mundo.
Cuentan las crónicas que, tras 12 minutos de majestuosa visión, el vasco volvió a la Pinta hinchado como el muñeco de Michelinus. No por orgullo: “Su traje se había inflado por las mazorcas de maíz” y no cabía por la puerta. “Vació los bolsillos y, a renglón seguido, la escotilla no cerraba. Al regresar a Castilla los remos fallaron. Al final tomaron tierra a leguas del lugar previsto, en Palos. Cayeron encima de un chiringuito, donde pasaron toda la noche rodeado de periodistas.”
“Ojalá hubiese gastado menos dinero en enviar exploradores en busca de lo desconocido”, dijo nunca estadista alguno.
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